viernes, 30 de noviembre de 2012

Es mucho mas bonito que te digan "te quiero" a tener que imaginártelo.

Es cierto eso de que todos tenemos algo que callar. Algo por lo que nos mordemos la lengua. Por miedo a las consecuencias, al después del después, por orgullo, pesimismo o falta de confianza en lanzarte al vacio sin paracaídas. Pero llegan ciertos días, horas, o noches en las que esas palabras queman en la garganta, y pican dentro, muy dentro. Y por una milésima de segundo serías capaz de correr dos mil kilómetros para poder gritar todo aquello que no dijiste por pensar que no tenías derecho a ello, que diste por supuesto que las cosas estaban dichas, y no es así. Pero en dos milésimas de segundo dejas de correr, y a medio camino niegas y reniegas que alguien que protagonizó el mayor desastre de tu vida pueda ser el amor de la misma. Que nadie lo entendería, pero tu mucho menos. Simplemente decir esas palabras que no te dejan avanzar podrían ser la solución a todos tus problemas, podrías darte cuenta de que los borrones y cuentas nuevas son necesarios, y tener el valor que si a el algún día se le ocurre poner dos puntos detrás del punto final, tu seas capaz de borrarlos. Y a pesar de que tantos días son muchos días para que vuelva, a pesar de que el desastre de tu vida está a años luz y a pesar de no ser el último, fue el final del antes y el principio del después. Ahora ya no es nada, quizás un recuerdo, cuatro palabras bonitas, y la sonrisa que sale a flote los días mas grises. Los días borran los recuerdos, los besos nuevos borran los viejos, y esa foto que cuelga de la pared de tu habitación es la única que te recuerda porque no te volviste a enamorar. Y aunque hace mas de unos cuantos meses te echaba de menos, ahora te echo de más, que la distancia no duele, al contrario, es necesaria.
Y si algún día fuese capaz de explicar todo lo que siento, te lo escupiría a la cara y después saldría corriendo, para escaparme de ti, para que no me puedas convencer de nada, y después de eso, ya no arda. Ni cenizas, ni fuego. El después del después. Pero no hay años que sirvan para encubrir las palabras que no se dijeron nunca.

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