sábado, 22 de marzo de 2014

El amor es un juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño.

Siempre es más fácil quedarse,
quedarse callado, parado, quieto, dentro de los límites que hacen que sea más fácil quererte que olvidarte.
El problema es cuando sobrepasamos esos límites.
Cuando lanzamos piedras contra nuestros respectivos tejados para gritarnos:
"oye, que estoy aquí".
Pero se nos olvida que no hay tejados,
que las piedras duelen como balas,
que nos matamos a golpes en vez de matarnos de amor.
Que jugamos a matar.
Y el problema de jugar a matar, es que solo puede ganar uno.
Y el amor no es eso.

Créeme que no.
De veras que nunca has sentido algo semejante a eso.
Algo que te muerde por dentro, que te desgarra, que te duele,
que no te deja ser tu, que te pierde, que te gana.
Algo a lo que no puedes sobrevivir,
a lo que no quieres sobrevivir.
Solo olvidar.
Escapar, correr, olvidar, borrar, que deje de doler, de morir.

Que no puedo más.
Que no quiero más.

lunes, 17 de marzo de 2014

Si tu me dices ven lo dejo todo. Pero dime ven.

Todavía siguen volando los restos del naufragio. Y que como tu dices de eso hace ya mucho tiempo. Pero de nosotros no. Y a veces el tiempo no es suficiente, no basta, no cura, ni calma. Solo nos desarma, nos aleja y nos vuelve a juntar. Y a lo mejor el destino somos nosotros mismos. A lo mejor estábamos destinados a no ser, y solo a querer. Pero yo no he vuelto a volar tan alto, y me aterra no poder hacerlo si no es contigo.
O que sueltes la cuerda y yo caiga,
o que tires y ganes. Me ganes.
No se que me aterra más,
si contigo o sin ti. Si conmigo o sin mi.
Quizás si que haya que decidir si seguirte al fin del mundo, con el riesgo que ello conlleva, y con el orgullo que habría que destruir. Porque quizás si tardamos mucho más ya sea demasiado tarde.
O quizás el tiempo tenga otros planes para nosotros al igual que los tuvo cuando volamos en mil pedazos.

Y no, no quiero que te vayas, los quedaté ya se quedan cortos, y las ganas muerden, el tiempo afixia y lo peor es que corre en nuestra contra.
Pero nosotros mientras jugamos a hacernos daño, a estamparnos realidades, a llamarnos a gritos sin soltar palabra, a buscarnos, a encontrarnos y a volvernos a perder.
Nos conocemos demasiado bien.
Y nunca acabará,
hasta que uno de los dos deje de respirar.