martes, 20 de agosto de 2013

Vete lejos, pero no sueltes mi mano.

Hay muchos tipos de amor, se puede decir que cada uno tiene un concepto de amor diferente, para algunos el amor es no tener que decir nunca lo siento, para otros el amor es lo que queda después de cien guerras, otros defienden que el amor valga la alegría, y no la pena. Y también los hay que piensan que el amor es lo único que puede salvarnos.
El caso es que nunca sabes a qué grupo perteneces hasta que te tropiezas con él.

Nuestro amor fueron guerras y trincheras, 
orgullos y silencios, 
gritos de “olvídame tu primero que yo no puedo”, 
destruirnos y volvernos a arreglar. 
Fueron prisas y terceras personas, incluso cuartas. 
Fueron imposibles, saltos al vacío, piscinas vacías, sal en las heridas. 
Fueron noches de insomnio, de llamadas pérdidas, de conversaciones en plena madrugada, de mensajes inesperados dándonos a entender que nos echábamos de menos, o de más, 
noches en las que no paraba de llover y nosotros reíamos, para desentonar. 
Culpas, mierdas, y rencores. 
Palabras que se quedaron atragantadas, te quieros que no rozaron el aire, “quedatés” que nunca se quedaron, segundas partes y terceras, puntos seguidos y puntos suspensivos pero nunca puntos finales. Fueron días de reventar todos los índices de la felicidad. 
Fue de los que quema, de los que deja cicatrices en todas las partes de tu vida, de los que duele, pica, quema, arde, mata, pero nunca muere. 
El primero después de 4 intentos, 
el que sobrevivió, 
y ahora espera, o desespera. Del que sueña impaciente por todo lo que tenga que pasar. 
Fueron “lo siento”, fue volar sobre dos ruedas, fue quererte, volverme loca, estallar de felicidad, y luego de pena, fue creer. 
Fue dejarte ir, esperando verte volver, fue resignarse, 
fue Noviembre, Febrero, Marzo, y luego nada.
Fue escribirte, pensarte, soñarte, necesitarte.




Fue quererte. Y a ratos, querernos.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Los ojos verdes habían vuelto por vacaciones.
Todo lo que congeló el invierno se descongeló al llegar el lugar favorito universal. El bueno buenísimo ya no lo era tanto, pero seguía siendo.
Los mas de trescientos kilómetros se convirtieron en unos cuantos metros de su casa a la mía. Pero ya está. El verano pasado sigue guardado, aunque hacía mucho tiempo que no te tropezabas con el, y sonríes.
Pero decidiste dejarlo marchar, que se quedase todo en un "ya nos veremos".
Pero sigues preguntándote por qué lo hiciste. Y por qué no es él.

Los amores de verano son eso, amores que mueren cuando las hojas empiezan a caer, cuando haces esa maleta verde que te lleva a la ciudad más gris del mundo, cuando decides no arriesgarte.
Y ahora añoras aquel Septiembre, y aparece la nostalgia, pero con otro nombre. Y ya no se puede retroceder. El síndrome del perro del hortelano se junta con el del amor de verano, y será que en el fondo nadie quiere estar solo, que todos necesitamos un "buenos días", una vuelta de corazón, una sonrisa fugaz, y dejar de pedir deseos a las lágrimas por los amores imposibles.
Pero decidiste dejarlo atrás, y que ahora tenga otros ojos a los que despertar. Decidiste bajarte en aquella parada que ahora solo trae recuerdos bonitos, antes de que llegaran los malos.

Si siempre estuviésemos dando marcha atrás, nunca avanzaríamos hacía delante.
Pero no dejes nunca de brillar.

jueves, 8 de agosto de 2013

Todavía me pregunto cómo te fue tan fácil largarte. Por qué después de todo no tuviste los cojones de salvar ni una mínima parte de aquel desastre. Cómo te fue tan fácil deshacerte de todo, largarte sin mirar atrás.
Yo que dormía al otro lado de la ventana, esperando escucharte aparecer, sabiendo que volverías. Creyendo que lo harías.

Pero no volviste. Y yo no me lo creí. Una parte de mi sigue detrás de esa ventana, viendo pasar los otoños, y los inviernos. Esperando verte aparecer.
Y es curioso como yo no quiero esperarte, y como jode esperar cuando no sabes ni que esperas. Como jode pensar que no me piensas, saber que no me buscas, que no me esperas. Que tu estás a diez años luz y yo sigo en el centro del desastre, recogiendo los trozos, escondiéndome para que no me pregunten si es que todavía te quiero, por miedo a no saber que contestar,o por terror a que la respuesta sea no y entonces saber que la espera no ha servido de nada.
No quería que me dejases paz para que estuviese bien, quería estar bien para ganar todas esas guerras.
Para que ganásemos.

Ahora ya no queda nadie.