Quizás comenzó como comienzan todas las locuras, o las
historias de amor de todos esos libros que habías leído: mandando el corazón
sobre la razón. Comprando un billete de ida y vuelta a un lugar donde nunca
habías estado, para un solo día, y por una sola razón. Me daba vértigo no saber
a dónde iba, o porqué había contado una historia paralela en mi mundo para escaparme
al suyo, y sin saber cómo, ahí estaba. Entre mi lugar favorito universal y tú.
A 300 kilómetros de casa. Perdidos. Donde ni los remordimientos eran capaces de
encontrarnos, entre arena y abrazos. Sin dudar, simplemente viviendo, viéndote
a través de unos ojos entrecerrados, anulándome todo tipo de pensamientos y de
ganas de huir de allí. Evitando que las dudas me congelen y me hagan salir de
allí. Esta vez no había fantasmas, ni kilómetros, ni quiero pero no puedo. Solo
besos mezclados con sal, aguantando hasta el último minuto, haciéndonos de
rogar, o de soñar. Despegando, como todos esos aviones que volaban sobre
nuestras cabezas, riendo o sonriendo, pero al fin y al cabo, solo nosotros,
incumpliendo todo lo que habíamos dicho, todo lo que habíamos prometido.
+Es una locura...
-Pues bendita locura.