martes, 20 de noviembre de 2012

Nos faltaron razones y nos sobraron los motivos.

Con el tiempo he aprendido a callar los sentimientos. A decir que no, cuando en realidad cada célula de tu cuerpo dice que si. A anular casi por completo al corazón. Dejé de pasar por puentes, ahora los esquivo, por si en algún momento me da por saltar y a la mierda con el autocontrol. Guardé ese cuaderno y esas palabras donde nadie pudiese leerlas, solo yo y mis ganas de autodestrucción en momentos puntuales de días rojos. Después de tantos días grises ya te dan igual del color que sean.
Me han anulado, y me han reprochado que no me haya vuelto a enamorar. He intentado coger autobuses a kilómetros de distancia, y una vez allí me han intentado secuestrar, pero siempre me he ido por si me volvía a enamorar. Siempre tenía los días contados. No quería distancias, compromisos, ni noches que se alargasen hasta el día siguiente. Decidí no volver a enamorarme, si no que me enamorasen. Pero los príncipes del siglo XXI llegan siempre demasiado tarde. Ahora espero todos esos trenes, y cuando pasan, ya no los quiero coger. Me gustan mis rarezas. Y ya no sé si creo mas en la casualidad o en la causalidad. El caso es que hoy me apetece desempolvar todos esos recuerdos, volver años atrás cuando las apuestas acababan en besos, cuando creía que sabía del amor, y no sabía nada.
Ahora sé algo más que entonces. Pero volver a aquel invierno me sigue helando la sangre. Los recuerdos salen a flote cuando menos me lo espero, y nos los recordaba así. Ya no es como antes. Claro que no. Pero necesito un final para confiar en que puedo crear todos esos principios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario