jueves, 31 de octubre de 2013

Frío.

Quizás el otoño nos vuelva más valientes, y el frío nos recuerda que nadie quiere estar solo, y yo no quiero estar sin ti, ni contigo.
Diez días a cubierto de tus ojos son más que suficientes para reunir todo el valor que tú nunca tuviste para volver a la ciudad más gris del mundo a gritarte que comenzó a ser gris cuando te fuiste, a asegurarte que intenté borrarte, odiarte, taparte, olvidarte, pero eras demasiado escurridizo, siempre encontrabas como escapar y aparecer cuando casi ya habías desaparecido. Que no debí saber quien eras, pero lo supe, y ahora no se puede hacer nada, no podemos devolver los restos del naufragio como si no hubiera pasado nada. Porque si que paso. Fuiste mi jodida historia de amor. Y quizás pueda quemar el libro cuando sepa como termina, y mira que siempre que tengo un libro nuevo lo primero que hago es leer la última página.
Soy fan de los finales. 
Y lo mejor es que no los entiendo porque no se de que va la historia, así que no pasa nada.
Siempre te dije que era un poco rara. Y tú no me creías
A lo que iba. Que quizás sea hora de inmolarme, de saltar por los aires, de jugármela,
para olvidarte, claro.
Echo de menos la guerra contigo. Y no sabes cuanto. Te reirás cuando sepas que no quería que te fueras cuando te dije aquello de "se acabó, no puedo más"
y tú con tu afán de héroe soltaste lo de
"yo te dejo en paz si es lo que quieres, porque quiero que estés bien lo primero"
Creo que nunca quisiste que estuviera bien, porque entonces no entiendo todo lo que vino después.

El caso es que ya no es después, ya es ahora. Ya han pasado tres años, y yo sigo con las mismas preguntas antes de ir a dormir.
Y ahora si que ya no puedo más.
Entonces si hubiese podido algo más, hubiese aguantado cuatro o cinco besos más. Creo.
Pero ya no.
Yo sigo parada, congelada, inmóvil en aquella rotonda, rodeada de recuerdos manipulados por los años, y con algún que otro resto del naufragio.
Esto siempre fue cosa de dos, quizás sea hora de barrer los recuerdos, porque ya no sirven. De poner puntos. Puntos y finales.

Para que así, si duele, que sea con motivo.

domingo, 27 de octubre de 2013

954

Novecientos cincuenta y cuatro.
Novecientos cincuenta y cuatro días creo que han sido más que suficientes para que volvieras a por mi.
Quizás es hora de darse cuenta de que no vas a volver a por mi. De que no lo hiciste, y nunca lo harás.
O quizás si, pero quizás sea tarde, y quizás yo encuentre otros ojos que me miran como tu nunca lo has hecho.
Y no te importó. Seguiste con tu sonrisa indestructible.
Y yo pegué un portazo. De esos que siguen retumbando tres días después, volviéndome loca, porque quizás ahora sí que se acabó de romper. Ni hilos rojos, ni destinos, ni esperas inútiles.
Ni tú, ni yo, ni nosotros. Yo decidí pasar factura, y tu cuenta asciende a cientos y miles de cicatrices, de miradas que rozaron, de palabras que dolieron, y de silencios que acabaron por destrozarme.
Así que es mejor rendirse para no llorar, más, para no llorar más. Porque ya te avise que no podía más. Y tú que no me creías, que no me creías capaz de buscar otros ojos, de tocar otras manos.

Que no debería estar escribiendo sobre ti, que sí, que lo sé, pero estos son mis restos del naufragio, y no me sale escribir si estoy feliz, porque no hay nada que contarte.
Créeme, que no querré como te quise a ti.
Pero tampoco dolerá como doliste tú,
y a la larga es preferible.

martes, 22 de octubre de 2013

Llueve sobre mojado.

Ya te dije que atraías los relámpagos, y tú sin hacerme caso, diciéndome que prefieres volar, pero se te olvida que con las alas mojadas apenas se pueden levantar los pies del suelo.
Ya te dije que era imposible, y tus ojos, esos si que son imposibles.
Como imposible es escapar de aquí, de ti, de los recuerdos, de tu voz pronunciando mi nombre, y de mis dedos comenzando a temblar. Y de las sonrisas que se escapan si no estoy alerta.
Yo hago como que no te conozco, como si de verdad me hubiese olvidado de las siete letras de tu nombre, mientras que tú repites el mio, de principio a fin.
Todos los billetes de ida sin vuelta me parecen pocos para hacer que te largues de aquí,
para que desaparezcas,
para que te borres.
Y solo quedan nueve días para que llegue Noviembre, y yo no estoy preparada, y menos para un Noviembre contigo por aquí rondando, doblando las esquinas de las calles y de mi corazón, tropezándome de golpe con tu puta sonrisa sin armadura y sin refuerzos.
Será que no hay mejores sonrisas por ahí dispuestas a amanecer al otro lado de mi cama.
Será que todavía no se cómo tapar la tuya.
Será que ya no llueve, y tú ya nunca estás.

Créeme, no puedo más.

lunes, 21 de octubre de 2013

Volvemos a hablar de amor, de esos que más que amor, es necesidad, son ganas.
Ganas de no verte, de no cruzarme contigo y todo sean relámpagos.
Ganas de borrarte, de quemarte, de escaparme.
Yo te otorgué una altura que no te correspondía, un lugar que nunca te ganaste.
Así que en parte también fue culpa mía que voláramos tan alto.
Y culpa tuya que voláramos en pedazos.

Algún día te darás cuenta que la vida no tiene sentido sin una sonrisa al lado,
no la mía, porque ya no es tuya.
Pero nunca te ha sido demasiado complicado conseguirlas,
y mucho menos destrozarlas.
Hasta que te enganches a una.
Y entonces,
habrás perdido.

Después de eso ya no hay quien te salve.

martes, 15 de octubre de 2013

Te prometo que no te echaré de menos.

Es raro.
Porque hoy no hace frío. Ni llueve.
Pero si que te has vuelto a cruzar, y eso de no temblar todavía no lo llevo muy bien, aunque voy mejorando. Y tú no sonríes, y yo (sin saber por qué), me pregunto por qué,
aunque eso me hace más fácil lo de no temblar.
Y yo ya no lloro, y tú no sonríes. Es un poco irónico ¿no crees?
Aunque no tenga nada que ver. Y menos ahora. El vértigo ya no es ninguna excusa, y la caída ya no puede salvarnos, porque ya te digo yo que allí abajo no hay nada.
Suelo bajar a tus infiernos cada vez que me cruzo contigo, pero sigo sin poder sobrevivir, quema.
Así que es más fácil irse, grabarme en la piel que no, que no eres mi calma, ni mi meta.
Que te escribo porque así es más fácil deshacerme de ti.
Tampoco te creas que es fácil, pero tampoco me lo hagas más difícil.

Piensa en la de cosas que nos estamos perdiendo por no dejar de esperar.
Perdón.
Piensa en la de cosas que me estoy perdiendo por no dejar de esperarte.
Preferí el todo o nada a esa espera, y aquí estoy, a mil canciones de ti,

pero sigo bailando.

lunes, 7 de octubre de 2013

Ya nunca serás para siempre.

Ojalá pudiera decirte "tengo un plan" pero no es verdad, no lo tengo.
Ya no hay más camino por delante, no quedan motivos para esperar, para esperarte. Y si yo no me quiero, menos lo vas a hacer tú, tu sigues queriendo a todas, pero se te olvida que yo no soy todas.

Siempre era más fácil quedarse que irse, esperando que todo se reconstruya por arte de magia, pero no nos engañemos, la magia está para otras cosas, no para recomponer desastres.
Nuestra parte más difícil fue la de dejarnos, la de olvidarnos.
Bueno, mi parte,
a ti siempre te era todo demasiado fácil,
y yo envidiaba como tenías esa capacidad de no engancharte, de no traspasar muros.
Ahora no te envidio, incluso me da pena que nunca llegues a saber lo que es querer a alguien tanto que duela, mucho.
Nunca sabrás lo que es lanzarse al vacío por alguien, porque tu tienes más complejo de vacío que de jugártela por alguien,
ni sabrás lo fácil que es esperar a alguien cuando lo quieres de tal forma. Nunca lo sabrás.
Y eso es mas triste que olvidarte, que olvidarnos.
Quizás ni siquiera fue tan bonito, solo fue.
He intentado vencer imposibles, luchar contra monstruos, llevarle la contraria al mundo, convencerles de algo que ni yo creía, porque en el fondo sabía que serías el mismo después de todas esas ruinas.
Y ahora toca cerrar esa puerta, definitivamente. Y créeme que este dolor en el pecho hacía mucho que no aparecía, solo aquellas noches en las que pensé que quizás te perdería para siempre.
Pero luego siempre volvía a esperarte.
Pero ya no es para siempre, y tu no eres el amor de mi vida, ni el imposible convertido en posible
Fuiste el principio, el prólogo, el que me enseñaste lo que necesitaba saber, aunque no lo supieras ni tu.
Pero ya.

Que quizás no te olvide, y en las noches más frías te vuelva a querer un poco, que quizás vuelva a nuestros rincones, y de vez en cuando me subas el corazón a la garganta cuando te vea aparecer,
pero ya no serás para siempre,
ya no te buscaré, ni me dejaré encontrar, y mucho menos te esperaré, no me voy a quedar a ver como te destruyes y como me destruyes a mi también, nunca encontré el límite entre quererte y dolerme, siempre era más del segundo bando. Pero ya esperé lo suficiente, ¿no crees?
Quizás tu necesites otra cosa, y yo me merezco alguien mejor.
Esto ya no vale la pena, porque son demasiadas lágrimas para tan poca cosa.

Los Domingos siempre fueron bonitos para terminar jodidas historias de amor.

jueves, 3 de octubre de 2013

Jaque mate.

Quizás está claro que el destino no quiere volvernos a encontrar, que hace lo posible por no vernos, y nosotros porque si, siempre me gustó romper las reglas, contigo, siempre, aunque luego doliese.
El caso es que casualidades nos pierden de vista, y nosotros aprovechamos cuando nadie ve para taladrarnos con la mirada, para soltar caricias a escondidas como si hubiésemos exterminado al resto de la humanidad.
Y quizás sea cierto eso que dicen de que no quiero olvidarte.
Que por alguna razón que se me escapa de las manos no quiero borrarte. Quizás porque es demasiado para hacer como que nunca sucedió, quizás porque sigo esperando el final de los finales, y me aterra que llegue, y que tú te vayas con él, y que entonces no sea para siempre, que tú no seas el amor de mi vida, y yo ya no sueñe contigo.
 ¿Dónde se guardan todas esas cosas?
o mejor dicho
¿dónde se queman?.
Mientras tanto el orgullo sigue siendo el protagonista de todo este desastre,
yo no voy,
porque quiero que seas tú el que venga,
y tú no vienes
por si no estoy, o no sé, no sé porque no vienes, el caso es que no vale clavarme los ojos hasta tocar fondo, (ahí, donde siempre, donde solo tú lograste llegar)
 y luego nada.
Solo sueños, temblores de corazón, tsunamis en el estómago, y miedo hasta en la punta de los dedos.
No quiero quemarte.
No quiero quererte.
No quiero borrarte.

Pero me vas a dejar sin alas.