Parece que el mundo siempre tiene otro plan diferente para
nosotros, un alto en el camino. Un desvío, un imposible convertido en posible.
Y de repente apareces tú.
Tú y tus ojos verdes, y tu sonrisa, esa por la que todos los
veranos espiabas el balcón del molinillo de colores. El no-amor de verano, el
que ha pasado contigo todos los Agostos desde hace más de diez años. Ahora esos
diez años se resumen en los diez milímetros que separaban tu boca de la mía.
Ahora esos ojos verdes lo han puesto todo patas arriba. No hay camino, ni cosas
claras, ni ganas de que acabe Agosto. Solo escapadas nocturnas de puntillas de
mi cama a la puerta, para que me des el beso de buenas noches, aunque sean las
6 de la mañana. Aunque solo sea un beso, o dos, incluso tres, los suficientes para que tu olor se quede en mi pijama, y
sea más fácil dormir.
Aunque tengamos los días contados, aunque no sepamos que
algo ha empezado.