miércoles, 14 de mayo de 2014

Las personas así no saben querer de otra forma.

Todavía recuerdo aquella noche, como la esperanza brillaba en los ojos.

Habían pasado más de trescientas noches sin ti. Y en unas pocas tú volverías a cruzarte por mis ojos.
Yo intentaba convencer a mis ángeles de que esta vez sería(s) diferente.
Intentaba convencerlas a ellas,
a ellas y a mi.
Pero todos sabemos que yo solo esperaba un milagro, y los milagros están para otras cosas.
Pasaron los días,
te buscaba, te encontraba y te perdía, y luego lloraba por ti, como antes y como nunca,
y todo la misma noche.
Nunca llegaste a volver del todo, ni a cambiar como yo esperaba que lo hicieses.
Yo seguía empeñada en hacerte diferente, imborrable, infinito,
y tú empeñado en ser como los demás.
Así hasta que una se cansa de que no la quieran, y al final aprendí,
-a base de golpes, de lágrimas, y de gritos de "no puedo más"-,
a quererte de otra forma, a aceptar que tú ya no me buscas porque yo no puedo darte lo que tú quieres, que me has querido, pero a tu manera. Y que yo te quiero, pero a mi manera,
y eso no es suficiente, así que por infinita vez, hago  las maletas y me voy.
Y huyo, que es lo que mejor se me da, trasladando los problemas de un lado a otro, corriendo para no cruzarme contigo, y respirando por no verte por mi vida, y entonces es algo más fácil.

Ya han pasado otras casi trescientas noches,
a mi ya no me brillan los ojos,

y tú ya no eres infinito.