Días en los que no hay guión, ni horas, ni pautas. Días que empiezan al revés, en los que a momentos tienes ganas de comerte el mundo y en otros solo quieres desaparecer, quedarte encerrada en ese coche, poner la música a todo trapo y quedarte en el asiento de atrás donde los cristales están tintados y el mundo no te puede ver.
A ratos tu mente te salva llevándote dos meses por delante, o en las peores ocasiones te juega una mala pasada haciendo que todo vuelva a la superficie y las heridas vuelvan a sangrar.
Y todo se empeora cuando no puedes parar de llorar, y ni si quiera sabes porqué! Cualquiera pensaría que estamos locas y solo nosotras sabemos la verdad. Pero solo puedes resignarte, y llorar y llorar, y dejar de ser fuerte, y ponerte la película mas triste del mundo, comer hasta que te duelan los dientes, meterte debajo de la manta mas grande que tengas y hacer que las sábanas blancas acaben negras de secarte tus ojos con ellas. Y llora lo que quieras, que ya tendrás tiempo de recuperarte. No siempre podemos ser valientes.
Y llorar, eso no nos hace peores personas. Nos hace humanos.