lunes, 7 de mayo de 2012

Despertarme y haberlo olvidado todo.

Dicen que lo que nos hace fuerte en esta vida es tener la capacidad de levantarnos después de cada golpe, de no rendirse, de poner la otra mejilla. Que la fortaleza se mide por las sonrisas que finges al día cuando en realidad lo único que quieres es huir de allí. Coger la salida 118 que te lleva a casa, olvidarte de esta ciudad donde se ha instalado el invierno y no quiere irse ni a patadas. Escaparte, desaparecer, y dejar de ser fuerte pos un momento, porque no puedes mas, porque los sueños se gastan, y ya no quedan ilusiones que te ayuden a dormir. Porque has salido herida de las mil batallas que libraste, menos que muchos otros, pero herida al fin y al cabo. Y necesitas parar. Poner el contador a cero, recordar cual es el motivo por el que estas aquí, porque a veces, como dice Joaquin Sabina, nos sobran los motivos, pero en momentos como ese me faltan.
Hasta que aparecen. En forma de personas. De tus personas. De las que no van a dejar que te hundas después de haber llegado hasta aquí. De las que formarían una barrera en la salida 118 para impedirte todo intento de huida. De las que te recuerdan porque estás aquí.
Y por ellos, intentas sobrevivir, hasta mañana.