viernes, 25 de mayo de 2012

Me atropellas sin corazón en toda la razón.

Apenas hace una semana volvías a casa a las nueve de la mañana, con los tacones en la mano, los ojos negros de tanto reír y los pies bailando sin parar. En pleno centro de esa ciudad que todavía no ha acabado de conquistarte, en hora punta, cuando la gente sale de casa con café en mano y con prisas de comenzar la rutina, mientras que tu, tu sigues bailando, en plena calle de Gr, con solo unos ojos mirándote, o quizás algunos mas, pero al fin y al cabo que mas da. Seguro que se morían de envidia. La misma envidia que sientes ahora de aquella felicidad transitoria, de lo fácil que era deshacerse del mundo, de lo sencillo que era sonreír, besar y bailar. Preguntándote cuanto tiempo crees que podré bailar sobre tu mano.

Hasta que aquel autobús número once me llevase de vuelta a la vida real. Y entonces todo vuelve a ser como cuando querías escapar. Volver a ese banco y volver a volar.
Pero aquí sigues, inventando una huida, para no perderte entre tanta mentira.