De repente te encuentras rodeada de todos ellos, en mitad de
la playa, brindando entre cervezas y tintos. Personas que conociste cuando
apenas tenías doce primaveras y no tenías ni la mas remota idea de lo que era
la vida. Ahora, con veinte primaveras, o casi veintiuna os reis de todos
aquellos momentos, de los que os hicieron llorar y ahora os hacen llorar de la
risa, ver como todos hemos crecido, como somos futuros policías, psicólogos, farmacéuticos…
e incluso algunos ya ocupan su primer trabajo. A penas éramos unos críos cuando
nos conocimos, y casi diez años después volvemos a coincidir, a reírnos de la
vida, a volver al pasado, a imaginarse entre esas paredes verdes y blancas, a
recordar a todos esos compañeros, profesores. Un paseo a los recuerdos, que por
unas horas, hacen olvidarte del presente, de los exámenes interminables, de los
amores improbables, y de los nuevos amigos que comparten tu vida. Y por un
momento echas de menos todos aquellos momentos, aquellos días que se hacían
interminables, y ahora los ves tan lejanos, y de repente añoras esas escaleras
interminables, el camino de vuelta a casa, los recreos en aquellos bancos, los
amores de pasillos, las cartas sobre amistades que nunca fueron de verdad.
Excepto la de esas seis personas, que casi diez años después han vuelto a
reunirse para reírse de la vida, de nuestra vida, de la que tuvimos en común.
Y de repente volveis a tener doce años, y al igual que
entonces, no os importa lo que vaya a pasar mañana, porque por aquellos días
solo os conformabais con que llegase la hora del recreo.