viernes, 8 de noviembre de 2013

El tiempo no cura todo.

Dejaste de ser una coincidencia cuando se acabó el frío.
Y yo dejé de buscarte por miedo a que terminaras de romperme.

Después de más tiempo del esperado, de hundirme, de rasgarme las heridas, y de esperarte, puedo decir que es mentira eso de que el tiempo todo lo cura.
Mentira.
Completamente mentira.
El tiempo no cura nada, el tiempo te miente, manipula los recuerdos, rescata los buenos y maquilla los malos, te hace pensar que todo fue tan bonito que se escapaba de cualquier lógica.
Las guerras nunca son bonitas, y lo nuestro era una verdadera batalla campal.
Tú con el mundo y yo contra ti. Era imposible ganar.
Así que tampoco costó mucho rendirse.

Lo que costó fue lo de después.
El tiempo y toda esa mierda de distancias, clavos y libros de autoayuda, buscar una solución en todas esas páginas, escribir hasta quedarse dormida esperando que algún día lo leyeras, y me entendieras.
Hasta que de repente,
un día,
tomas la decisión de no hacerle caso al tiempo, ni a las heridas,
y la idea de sentarme delante tuya a curar las heridas se hace más caótica.

Pero el verdadero caos es que de repente te das cuenta de que ha pasado más tiempo del que creías, que quizás el tiempo haya puesto de su parte, o yo he desistido de guerras, de esperas y de falsos recuerdos. Quizás no estemos tan perdidos y es que no tenemos que encontrarnos.
Quizás fue. Y ya.

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