viernes, 29 de noviembre de 2013

Bailé con la muerte hasta el amanecer.

Era más fácil pensar que habrías cambiado.
Creer que los días, el frío y los kilómetros de más habían servido para que recogieras los restos del naufragio.
Pero los besos no curan las heridas, y tú perdiste todos los restos por el camino, y ahora no hay como pegarlos.
Tú sigues con tu cara de no haber roto un plato, y quien dice plato dice corazón.
Y quien dice uno,
dice todos.
El caso es que es más fácil fiarse del lobo que de ti.
La putada es que yo siga sonriendo cuando aparezcas por detrás. Que me arregles los días y por una vez vuelva a sonreír como aquel Febrero.
¿Y a cambio de qué? A cambio de nada, porque ya sabemos que a mi el amor solo me gusta con heridas. De los que te mantienen al borde del precipicio.
El problema es cuando te dejan caer, y entonces ya ni cabeza ni corazón.
Ya no vale dar marcha atrás. Ya no vale quitarse del filo.

Todos sabemos que tú nunca llegarás a tiempo.
Y todos sabemos que yo volvería a dejarme caer, para acabar de romperme.
Tú apuntarás otro tanto más a tu historial, y yo volveré a odiarme por dejarme caer.
Y otra vez volverá a ser Marzo.

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