jueves, 31 de enero de 2013

Igual

Y de repente me descubro mirándote, observando cada centímetro de tu cara a cientos de besos de distancia. Y aún recuerdo como recorrí cada milímetro de tu cara, de tos dedos, de tu corazón, intentando hacerte una señal para que supieses volver, pero me olvidé que eres de los que no se enamoran. Aceptar que perdí aquella guerra no me hace quererte menos, o olvidarte antes. Tras probar todos los remedios caseros y todas las formas habidas y por haber llegué a la conclusión de que olvidarte era cosa de otra vida. Incluso tape tus besos con otros que me sanaron las heridas, pero no eras tú. Y yo no entendía por qué él no, si yo sí. Pero no eras tú. Y me inventado mil historias en las que estás, y todo es tan jodidamente bonito que ni siquiera parece real, y quizás sea lo único que me quede, las sobras de un amor malgastado por todas esas lacayas que morían por decirte que sí y tú matabas por no decirles que no.
Borrar, avanzar, volver a borrar. No conseguí escribir más de dos páginas seguidas desde que te fuiste o en su defecto, desde que yo te eché a patadas, esperando que volvieses, que vinieses, como esa a la que llamaban loca por esperar en el muelle de San Blas. Pero los restos del naufragio siguen llegando a la orilla, a recordarme que te fuiste, pero que volverás, y yo ya no te busco por si te encuentro, y no te llamo por si vienes. Y pienso, que ya habrás encontrado cientos de besos nuevos, de faldas que desabrochar, y de noches sin dormir.
Pero me vendería por saber si tu me buscas, para encontrarme.

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