domingo, 15 de diciembre de 2013

Fin.

Al final lo que más duele no son las cicatrices.
Es el tiempo perdido, el esperar, esperar que vuelvas, que cambies, que crezcas.
Esperar que vengas por mí. Esperar que fueses mejor de lo que creía, esperar que fueras lo que necesitaba.
Pero a estas alturas, ni los cuentos son de hadas, ni los príncipes son azules, ni lo que quieres es lo mejor.
Ya si.
Toca irse. Quemar los restos del naufragio, volar las cenizas, borrarnos, y volver a empezar, de cero, sin ti.
Lo de ojalá no te hubiese conocido nunca ya queda grande, porque gracias a eso, no he vuelto a volar en mil pedazos.
Nunca es tarde para volver a empezar. Para volver a borrar.
Ni tu eres lo que quiero, ni yo soy lo que buscas.
Quizás tampoco fue tan bonito, solo fue.
Creemos en todas esas historias sin acabar solo porque no han tenido el final que hemos querido.
Pero a veces, aunque no lo creas, son mejores los finales improvisados, que los que planeas antes de ir a dormir.
Que no te necesito,
y lo se desde el principio,
pero era tan sencillo que parecía imposible.
Igual de imposible que nosotros, igual de imposible que no haya nada después de ti.
Pero nada es imposible,
que lo imposible solo tarda un poco más.

Y ya tardó lo suficiente. Ya no hay más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario