miércoles, 15 de febrero de 2012

"Asoma la patita por debajo de la puerta..."

Vuelves a pasar por esa calle. Esta vez mas lento. Pisando el freno, y con un incómodo sentimiento en el estómago. Intentando ver las luces encendidas en el salón y que alguien te asegure que sigue aquí. Pero no hay rastro de nadie tras esas persianas cerradas a cal y canto. Y por un momento todo se vuelve borroso, y te pones en lo peor, piensas que se ha ido, que la que te contaba los cuentos cuando a penas habías aprendido a leer, la que te compraba las chucherías y chocolates con la condición de que "mamá no se enterase". La que no acabas de entender porqué un día desapareció de tu vida. Y ni siquiera te acuerdas de la última vez que la viste, o que te dio un beso de despedida. Solo te acuerdas del olor de su poncho rojo oscuro, de cada una de las habitaciones, de la barra de labios que había escondida en el cuarto de baño en el que jugabas a ser mayor.
Ahora ya eres mayor. Pero ni siquiera eres capaz de bajarte del coche, tocar a la puerta, y que tras cuatro, cinco o Dios sabe cuantos años, tu voz sea capaz de decir: "Soy yo".
Solo te atreves a marcar su número de teléfono, y te conformas con escuchar su voz preguntando "¿Quién es?"
Al menos sabes que sigue aquí.
Pero no contestas, porque te sientes como si estuvieses traicionando a alguien. Como si no estuviese bien.

Sigo pensando que todo es mas fácil con solo cinco primaveras.

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