miércoles, 14 de agosto de 2013

Los ojos verdes habían vuelto por vacaciones.
Todo lo que congeló el invierno se descongeló al llegar el lugar favorito universal. El bueno buenísimo ya no lo era tanto, pero seguía siendo.
Los mas de trescientos kilómetros se convirtieron en unos cuantos metros de su casa a la mía. Pero ya está. El verano pasado sigue guardado, aunque hacía mucho tiempo que no te tropezabas con el, y sonríes.
Pero decidiste dejarlo marchar, que se quedase todo en un "ya nos veremos".
Pero sigues preguntándote por qué lo hiciste. Y por qué no es él.

Los amores de verano son eso, amores que mueren cuando las hojas empiezan a caer, cuando haces esa maleta verde que te lleva a la ciudad más gris del mundo, cuando decides no arriesgarte.
Y ahora añoras aquel Septiembre, y aparece la nostalgia, pero con otro nombre. Y ya no se puede retroceder. El síndrome del perro del hortelano se junta con el del amor de verano, y será que en el fondo nadie quiere estar solo, que todos necesitamos un "buenos días", una vuelta de corazón, una sonrisa fugaz, y dejar de pedir deseos a las lágrimas por los amores imposibles.
Pero decidiste dejarlo atrás, y que ahora tenga otros ojos a los que despertar. Decidiste bajarte en aquella parada que ahora solo trae recuerdos bonitos, antes de que llegaran los malos.

Si siempre estuviésemos dando marcha atrás, nunca avanzaríamos hacía delante.
Pero no dejes nunca de brillar.

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