domingo, 30 de junio de 2013

No habrá nadie que sepa donde encontrarnos.

Las lágrimas no salen si nos ponemos a hablar de ti.
Tú llevas demasiado sin aparecer por aquí, y a pesar de, es como si yo siguiese esperando volar a dos ruedas.
Sigo esperando que vengas a cumplir todo lo que nunca llegaste a prometer, a que me confirmes que aquella locura no solo la viví yo.
Mientras yo sigo leyendo jodidas historias de amor, esperando que alguna concuerde con la nuestra, para así poder saber bien como acaba.
Tú volverás a tu máximo apogeo de rey del mundo, y seguirás desfilando de una cama a otra, yo seguiré negando lo innegable, o confirmando todas mis sospechas que no quieren esperarte.
Pero ya paró de llover. Ya no es Noviembre, ni Marzo. Y quizás dobles la esquina en menos de una semana. Y quizás llegues tarde.
Porque por cuarto año consecutivo vuelvo a empaquetar los últimos diez meses en cajas, en maletas que me lleven a mi lugar favorito universal. Y quizás cuando llegues yo ya me haya ido.
Guardando todas esas conversaciones con la nada imaginándome que la nada eras tú, diciéndote que no, y rogándote que sí, según era par o impar. Enmarcando esos tres segundos de aquel diez de Enero que te cruzaste de reojo en mi vida, pocos, pero suficientes para traer los últimos restos del naufragio.
A veces me olvido de todos los líos de faldas en los que te habrás perdido, de todos los que te han enganchado, aunque quizás hayas dejado de ser de los que no se enamoran, y ahora estés escribiendo historias de amor, a secas, porque la jodida historia de amor fue la nuestra.
Solo queda esperar que te vuelvas a cruzar sin previo aviso,
y ver si el corazón lo resiste,
que yo no tiemble,
y que tú no sonrías.

Todavía me queda ver como pasas de largo, con tu vida.
Y que ni siquiera recuerdes que por una milésima de segundo, como mínimo, también fue mía.

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