sábado, 20 de abril de 2013

Nada es para siempre.

Las relaciones, las amistades, los para siempre, los te quiero, las cartas, los sueños. 
Todo acaba rompiéndose tarde o temprano. En la mayoría de las casos por confiar en que nunca pasaría, pero nada es para siempre, y eso no lo sabes hasta que lo vives. Hasta que anhelas lo que un día tuviste, pero se rompió, hasta que buscas lo que antes tenías, pero se perdió.
Las personas van y vienen eso es cierto, los ángeles vuelan, y a veces gastas el número de recuerdos por crear, y ciao mon amour!
Confundes superar algo con olvidarlo, como si por dejar de mirarlo dejase de existir. Como si nunca hubieses querido con locura, como si al mirar esas fotos no echases algo de menos y la nostalgia te encogiese el corazón. Como si por estar a dos mil kilómetros de distancia no existieses. Como si en dos meses no volvieses a aparecer en mi vida.
Pero la vida consiste en tener la suficiente inteligencia como para saber que dejar atrás sin arrepentirte cuatro pasos mas alante. Consiste en decidir, en elegir, en anteponer felicidades, 
¿la tuya o la de los demás?.
Y te aseguro que es una suerte si la de los demás es la misma que la tuya.

Por eso quizás debamos de aceptar que el pasado sigue tal cual los dejamos, con todos los momentos bonitos que salen a flote en los momentos mas inoportunos y todas las putadas que pinchan en el corazón, y que a ratos nos hacen retroceder cuatro de cada tres pasos dados. Todos perdonamos, pero olvidar es cosa de otra vida, lo roto, roto está.
Haberlo pensado antes de lanzarlo en caída libre a la nada, 
como hice yo con tantas cosas, 
como hice yo conmigo misma,
como hiciste tú con todo aquello que te dí.
Y ahora tengo vértigo incluso estando con los pies en el suelo.

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