lunes, 11 de febrero de 2013

Mientras tú llegues siempre tarde y yo siempre esté esperándote.

¿Cuánto camino llevabas andado pensando lo mismo que yo? 
Ni si quiera los días podrías contarlos, habías perdido de vista el reloj.
La puntualidad de los sentimentales que estiran el tiempo como si un "adiós" fuera a durar toda una vida, una despedida que no terminó. 
Tendré que acostumbrarme, a lo mejor, a la impaciencia de que tú llegues siempre tarde y yo siempre esté esperándote.
Que yo te esperé y tú desesperaste entre tardes fugaces. Se hace de día, en una ciudad que no es mía y el chico que duerme a mi lado nunca sabrá que existías. Jamás se hablará de ti en la comida, y eso que a veces, cuando atardece, pienso en la vida que voy a perderme. Luces incandescentes. Sueño que vienes a verme.
Si dejáramos de lado todo aquello que nos duele, tendríamos un sitio para volver a ser alguien diferente, mientras tú llegues siempre tarde y yo siempre esté esperándote.

Vaya sensación, algo se quemó por dentro del caparazón. Yo debía estar ardiendo.


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